Parashat Tazria

EN ESTA parashá se describen las leyes aplicables a una persona a la que le aparecen manchas extrañas, ya sea en su cuerpo, en sus vestimentas, o en las paredes de su hogar. No todas las manchas requerían de un sufrido y tedioso proceso de recuperación por varias semanas, pues existían de diferentes colores y formas y tamaños. El sacerdote era un experto en diferenciar cuáles de estas manchas provocaban que la persona se recluya solitariamente. Hasta aquí no parece tan grave, ¿no es cierto? Lo difícil de entender es por qué el infectado debía raparse la cabeza, rasgar sus vestimentas, y por si fuera poco proclamar en voz alta ante todos ¡Impuro, impuro soy!, e irse fuera del campamento de los hijos de Israel. ¿Cuál era el sentido de este aparente “ritual”? Los Sabios se anticiparon a esta inquietud, explicando que esas manchas infecciosas aparecían cuando alguien hablaba mal de otras personas, provocando con su chisme la separación entre marido y mujer, o entre buenos amigos. Todos experimentamos alguna vez la incómoda vergüenza que sentimos cuando alguien habló mal de nosotros. Muchas veces reparar el daño de este grave pecado es muy difícil, y otras es imposible, porque el chisme se difunde rápidamente entre las personas, como el fuego que quema un campo de trigo. Por ello, todo este proceso de reclusión era una lección para el chismoso, para que aflija su corazón con el propósito de que reflexione, se arrepienta y pida perdón. Así que, si alguna vez te preguntan: ¿conoces a fulano? ¿Sabe trabajar?¿Es inteligente? Piensa dos veces antes de responder.