Parashat Bo

Dios le dijo a Moshé: "Ve ante el faraón; porque yo he endurecido su corazón, y el corazón de sus siervos, para mostrarles mis señales, y para que les cuentes a tus hijos… lo que hice en Egipto… y sepáis que Yo soy Dios". La Torá también nos relata que Moshé y Aharón le advirtieron al faraón sobre la próxima plaga que se avecinaba (langosta) si no liberaba al Pueblo de Israel. ¿Pero de qué servía advertirles si Hashem había endurecido sus corazones? Además, ¿no era injusto que Dios les haya privado su libre albedrío solo para que relatemos a nuestros hijos las grandes hazañas de Dios y sepamos quién es? Asimismo, pareciera que los siervos del faraón aún conservaron su poder de decisión incluso después de que sus corazones fueron endurecidos, tal como está escrito: "Y los siervos de faraón dijeron: ¿Hasta cuándo este (hombre) será causa de ruina? Deja ir a los hombres para que sirvan a su Dios. ¿No te das cuenta de que Egipto está destruido?". Si bien los Sabios nos enseñan que durante el transcurso de las primeras 5 plagas Dios no endureció el corazón del faraón, como está escrito "y el faraón endureció su corazón (sin la ayuda de Dios)", y únicamente a partir de la quinta plaga lo hizo, tal y como dice el versículo: "y Dios endureció su corazón", aun así debemos entender si Dios le quitó totalmente su libre albedrío. Los Sabios aclaran que Dios nunca le privó al faraón la posibilidad de arrepentirse; no obstante, como este se comportó de manera indiferente durante las 5 primeras plagas pensando que eran fenómenos naturales, Dios le sacó el temor de las siguientes plagas, equilibrando su libre albedrío, para que pueda elegir sin la influencia del castigo milagroso que transmitían las plagas. La necedad del faraón nos deja una gran lección de vida, pues muchas veces también nosotros ignoramos el principio Divino de intentar cambiar nuestros malos hábitos, nuestro mañoso carácter, y preferimos elegir endurecer nuestros corazones con excusas como "Dios me hizo de esta manera, no puedo cambiar", "los demás son los culpables", o con un falso "perdón, no fue mi intención herirte", pues según el judaísmo, vinimos a este mundo a mejorar, hacer el bien y a exprimir lo mejor de nosotros mismos, cosa imposible de alcanzar si no escogemos trabajar duro. A veces solo hay que "podar algunas hierbas malas" que molestan nuestro crecimiento, otras, tendremos que arrancar de raíz la maleza de nuestro carácter. Como dijo Rab Noaj Weinberg de bendita memoria, hay un regalo más grande que el libre albedrío: ser consientes de que lo tenemos. ¡Aprovechémoslo!