Parashat Shemot

Comienza la esclavitud del pueblo judío en Egipto. Según algunas opiniones, el mismo faraón que había elegido a Yosef para sacar a Egipto de la miseria, y que había dicho en su momento: “Ya que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay nadie tan inteligente y sabio como tú”, fue quien se olvidó rápidamente de la gran proeza de Yosef, y de su Dios, tal como el faraón le dijo a los egipcios: “He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es mayor y más fuerte que nosotros, seamos astutos… no sea que se multiplique, y… pelee contra nosotros”. Si bien Yosef y toda su generación ya habían muerto, cabe preguntar, ¿Cómo es posible que el faraón haya renegado la bondad que recibió de Yosef? Aparentemente, el faraón tomó un nuevo camino negando los lazos y obligaciones morales hacia Yosef y su pueblo por intereses oportunistas. Pero un midrash dice que los egipcios persuadieron al faraón a unificarse con el pueblo Judío. El faraón, al principio, rehusó la propuesta diciendo: ¡No sean Tontos!, hasta ahora fue gracias a Yosef y a su pueblo que estamos vivos, ¿cómo vamos a mezclarnos con ellos? Pero los egipcios destronaron al faraón por 3 meses, hasta que finalmente este cedió y les dijo: ¡Haré todo lo que me pidan! ¿Fue correcta la actitud del faraón, al olvidarse de toda la bondad que recibió del pueblo de Israel y comenzar a torturarlos, a cambio de recuperar el poder? Los Sabios enseñan que la búsqueda del Honor y reconocimiento “expulsan a la persona del mundo”. El Ramjal explica el motivo de esto: “El deseo de honor es aún mayor que el deseo de riqueza, ya que es posible que una persona supere su inclinación por el dinero y otros placeres, pero todavía esté atrapado por el deseo de honor, incapaz de tolerar verse a sí mismo menos que los demás”. Muchos fueron destruidos por el deseo de honor. La Guemará dice que Yeorabam ben Nabat rechazó ingresar al mundo venidero por su deseo de honor. Dios lo agarró de sus ropas y le dijo: “Arrepiéntete, y tú, Yo y [el rey David] caminaremos juntos en el paraíso”. Yeorabam Preguntó: ¿Quién entrará primero? Dios respondió: David. Entonces Yeorabam le dijo a Dios: “Si es así, me niego”…

A menudo nos engañamos con diversas excusas para justificar la búsqueda del honor y el reconocimiento. No obstante, perseguir el honor no solo que no es útil, sino que nos perjudica. Por supuesto que no estoy hablando de bajar nuestra autoestima, o considerarnos buenos para nada, pues para vivir una vida con sentido es fundamental aprender a valorarnos y ser conscientes de nuestros buenas cualidades. De lo que hablo es de la búsqueda constante del honor y los halagos. Una vez, alguien se acercó a su rabino y le preguntó: Si los sabios dicen: “Todo el que huye del honor, el honor lo persigue (y lo alcanza)”, ¿Por qué a pesar de que yo siempre huyo del honor, este nunca me persigue? El rabino le respondió: “De tu pregunta veo que, aunque huyes del honor, de vez en cuando te das vuelta para ver si realmente te persigue, por lo que el honor cree que lo estás buscando, y se escapa rápidamente”…

Evitar el honor es una tarea muy difícil de lograr, porque la mayoría de las cosas que hacemos en la vida están conectadas a algún tipo de engrandecimiento personal. Sin embargo, si reflexionamos en que todo lo que tenemos en la vida es un regalo Divino, que nuestro paso por este mundo es efímero, y que hubo personas ricas, poderosas, y muchas otras como el faraón que pasaron al olvido, esto nos ayudará a enfocarnos en nuestro verdadero propósito de hacer el bien y seguir los caminos de Dios.

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