Yosef era el vicepresidente de la Mayor potencia del mundo, Egipto. No era para menos, ya que, gracias a su brillante plan económico, había hecho enriquecer a Egipto sacando al país de la pobreza y convirtiéndolo en el mayor proveedor alimenticio de la región. Si bien Yosef nunca tuvo la intención de llegar a ser la mano derecha del faraón, este último había reconocido su brillantez desde aquel momento en el que lo Agobiaban esas terribles pesadillas que no lo dejaban dormir por las noches, y que le anunciaban malos augurios; pero Yosef no solo que supo interpretarlos a la perfección, sino que también le aconsejó al faraón como salir adelante, a lo que el faraón sorprendido, le dijo: “Ya que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay nadie tan inteligente y sabio como tú”. Es interesante que el faraón, Rey del crisol politeísta, le admite a Yosef que el Dios de los hebreos le haya revelado la interpretación de los sueños. En fin, Yosef ahora era el amo de Egipto, todo se regia según su palabra. En ese momento es cuando sus hermanos, los mismos que lo habían arrojado al pozo lleno de escorpiones y serpientes, y posteriormente vendido a los mercaderes, desesperados por la sequía que azotaba la tierra de Israel, descienden a Egipto a pedido de su padre Yaakov para que vuelvan con algo de alimento para no sucumbir. Yosef comprende entonces, que los sueños que había tenido se estaban haciendo realidad: 12 espigas, 12 estrellas, 12 hermanos, 12 tribus de Israel se prosternaban ante él. Pero, ¿en qué parte de los sueños que tuvo Yosef decía que debía acusar a sus hermanos de espías, acusarlos de ladrones, encarcelar a uno de ellos, y hacerles volver Cabizbajos a la Tierra de Israel? La literatura moderna tiende a interpretar el comportamiento de Yosef, al menos inicialmente, como una venganza para poner a prueba a sus hermanos mediante amenazas y abusos, tal como, “aparentemente” se ve del versículo “CON ESTO PROBARAN SU INOCENCIA”. Sin embargo, el comentarista Abarbanel, mediante un profundo análisis que viene de un corazón que experimentó la persecución durante la inquisición, nos revela que no hubo venganza alguna manifestada en el comportamiento de Yosef. Todo lo contrario, la reacción de Yosef provenía del amor por sus hermanos, solo que primero tuvo que ocultarlo, ya que la única manera de expiar por el terrible pecado que ellos habían cometido en su contra era de esta manera; cuando finalmente sus almas fueron purificadas, y se dieron cuenta de la verdad, Yosef les dijo: “Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy Yosef, vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto”. ¡Qué terrible sensación de vergüenza que experimentaron sus hermanos! Tan petrificados se quedaron, que Yosef tuvo que dirigirse a ellos varias veces, hasta que finalmente volvieron en sí y le creyeron. Dicen que cuando el alma deja este mundo puede experimentar sensaciones más intensas que las que pudo haber sentido en este plano físico de tiempo y espacio, limitada por las limitaciones del cuerpo, una de esas sensaciones puede llegar a ser la vergüenza. Pero, ¿de qué habríamos de avergonzarnos? Tal vez de haber avergonzado al prójimo, a amigos, padres, hijos; tal vez de no pedir perdón cuando nos equivocamos, tal vez de no haber levantado el ánimo cuando alguien lo necesitaba, o tal vez de no haber escuchado los problemas, preocupaciones o miedos de los demás. O quizás, nos avergonzaremos del simple hecho de no haber hablado con nosotros mismos, de saber apreciarnos, aceptarnos, de querernos. No obstante, como decía el Rav Israel de Salant: todo el tiempo que la vela esta encendida, podemos mejorar…