Esta Parashá comienza con el relato de la Muerte de la Matriarca Sarah. Pero hay algo interesante en la manera en que la Torá cuenta los que años vivió: en vez de decir que fueron 127, dice que vivió 100 años, y 20 años, y 7 años, y la pregunta es obvia: ¿qué nos quiere enseñar la Torá al separar sus años? Que Sarah no desperdició ninguno, cada año, día, hora, segundo, los exprimió al máximo, ella hizo lo que debía hacer, en el momento que lo debía hacer, y de la mejor manera que lo podía hacer: cumplir su misión espiritual en este mundo, trascender, ayudar, influenciar, inspirar. Cuentan que había un viajero que llegó a una ciudad y pasó por el cementerio. Lo que vio fue sorprendente y estremecedor, todas las lápidas indicaban que la gente había muerto a temprana edad, Moshe a los 3 años, Yosef a los 5, David tan solo tenía 1 año de edad al dejar este mundo. ¡Qué terrible!, seguramente alguna plaga acabó con los habitantes de la ciudad, pensó. Al salir del cementerio se encontró con un anciano, y éste le explicó que en esa ciudad no escribían en las lápidas la edad fisiológica de las personas, sino la edad en la que habían eternizado sus actos, ayudando al prójimo, y adquiriendo sabiduría para conectarse con lo trascendental. Los Sabios dicen que hay algunas personas que están muertos en vida, y hay muertos que aún siguen vivos. ¿Cómo se explica esto? Porque puedes estar vivo técnicamente, tu cuerpo funciona bien, gracias a Dios, puedes alimentarte, dormir, trabajar, pero aun no has empezado a vivir, porque no has buscado la manera de conectarte con la dimensión trascendental. Pero las personas que sí lo han conseguido siguen con nosotros, pues sus actos, sus enseñanzas y su influencia nos inspirará por siempre. Un estudio de ‘Freedom in Thought’, ha hecho el siguiente cálculo: (basado en el promedio de vida en U.S.A, 79 años) si a esos años les quitamos las tareas necesarias como dormir, trabajar, comer… habremos dormido un tercio de nuestras vidas, por lo que ya nos quedarían solo 53 años.
El tiempo de estudio son alrededor 3 años. Con una vida laboral promedio de 45 años y una jornada de 40 horas semanales, empleamos unos 12 años trabajando. Si a esto le restamos el tiempo de las tareas domésticas, como cocinar o limpiar, supone un 10% del total de nuestra vida, lo que equivale a unos 8 años. Ocuparnos de nuestros hijos o familiares empleamos un 2,5% de nuestra vida, lo que supone unos 2 años más. También pasamos 16 años del total de nuestra vida en la jubilación. Esto supone que nos quedan 12 años para ser “totalmente libres”, pero: ¿cómo empleamos ese tiempo? Los jóvenes adultos pasan cerca de 5 horas al día con el teléfono móvil o la tablet, lo que equivale a 15 años de sus vidas, por lo que el cálculo ya estaría en negativo: esto quiere decir que se privan de horas de sueño o de otras tareas para poder emplearlo en sus teléfonos. Pero incluso en el caso en el que no se dependa tanto del smartphone, 2,5 horas al día promedio utilizan para ver la televisión. Esto quiere decir que, de nuestros 12 años de “libertad”, 7 los pasamos delante del televisor. Y tu, ¿qué haces con tu tiempo?